domingo, 23 de marzo de 2008

Un espacio para un cuento


"Duérmete niño chiquito
duérmete y no me des pena,
que dirán que llora un niño
en casa de una doncella..."

Desde que el niño nace está rodeado de literatura: las nanas, las retahílas... No es de extrañar pues, que según va creciendo, siga rodeado de ella, ese debería ser uno de nuestros propósitos respecto a su educación.
Un buen libro para niños debe reunir una serie de requisitos, el primero de todos ellos: que cautive al adulto que lo cuenta ya que va a ser el nexo de unión entre el niño y el libro; de su mano, de su entonación, de su ilusión y entuasiamo al leer dependerá también que la historia cautive a su vez al niño.
Debe tener unas estupendas ilustraciones, llenas de expresividad que complementen al texto y que, una vez que éste se ha memorizado, sirvan para ver más allá de las palabras. La historia puede ser tierna o impactante, desenfadada, profunda, triste, alegre, real, increíble, cotidiana, surrealista... Lo más importante es cómo está contanda, el lenguaje, la implicación del autor, su narrativa, capaz de en unas sencillas oraciones, trasladar al lector al lugar dónde algo va a ocurrir, como en cualquier libro de calidad.
Pero para poder abordarlos tal y como se merecen hay que crear un espacio para cada cuento, para cada libro; si el adulto conoce el libro o lo ha leído previamente, seguramente disfrutará mucho más del momento en el que se convierte en el transmisor, se anticipará a las reacciones del niño y será capaz de crear ese espacio único.

Conozco algunos cuentos, algunos libros de literatura infantil contemporánea, clásicos, los llamaría... Así es que, voy a crear un espacio para cada uno y para las bocas abiertas y los ojos llenos, y los corazones que laten sin parar.

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